martes, 21 de diciembre de 2010

Los Candados del Infierno


Hace dos semanas, 81 chilenos murieron de una forma horrible, en un incendio en la cárcel de San Miguel. Hace un mes, 20 coterráneos murieron en un inexplicable accidente vehicular, en la Autopista del Sol, a la altura de Talagante. El factor común de estas tragedias, fue una vez más la negligencia Gubernamental. Un Estado, o más bien, un grupo de individuos ansiosos de poder y dinero, que se escudan tras las banderas del progresismo y del catolicismo, respectivamente, fue el responsable de la falta de prevención y de acción, que hubiesen evitado estas muertes absurdas e innecesarias.

Como un triste déjà vu que me trae a la cabeza el título de mi nota sobre los 33 mineros ("El Parche en la Herida"), volvemos a ser testigos de la ineficiencia y el egoísmo de las autoridades tanto de izquierda como de derecha, que dejaron durmiendo por años proyectos de ley que regulaban el hacinamiento carcelario y el uso de cinturones de seguridad en los buses, mientras se dedicaban a debatir si era prudente subirse el sueldo a ellos mismos.

Una vez más dejamos que la desgracia tocara nuestra puerta, vestida de terno y burlesca, para hacernos ver la sutileza con la que dejamos pasar los problemas ajenos, aduciendo a que "nunca me pasará a mi". No exigimos mejoras, no apoyamos causas humanitarias, mientras no nos afecte a nosotros. El déjà vu es constante; creo haber escrito esto más de una vez, en estos dos años de bloggeo intermitente.

Esta vez mi dedo punzante pero resbaloso, no reposará sólo sobre el Gobierno de turno. No saco nada con hacerlo, ya que Tatán ni mandado por su señora leerá esto -tal vez, si le tiro un dólar lo piensa-. En esta ocasión apuntaré a ustedes, a mis contados pero valiosos lectores, tan incólumes y tecnoadictos como quien escribe.

No es su culpa, lo reconozco, que hayan perdido gran parte de su capacidad de impresión, ante tragedias de este tipo. No es su culpa que hayan crecido en medio de una sociedad arribista, consumista y competitiva, y que los hayan acostumbrado a ver y creer como cierto cada hecho que aparece en la prensa fascista y chupamedia, regida por las normas del mismo Estado que permite que la señal llegue a sus televisores.

No es su culpa haber sido formados en la base del miedo, del terror a ser asaltados, maniatados, agredidos, torturados, violados, asesinados o abducidos por los marcianos, pero si es su culpa el velar sólo por su propia seguridad y la de sus familiares. Es culpa suya -y mía- el no pensar como sociedad, como una comunidad unida, donde dependemos los unos de los otros. Es nuestra culpa no valorar la diversidad, la necesidad de que pensemos y actuemos cada uno distinto, y en su lugar sólo discriminamos y omitimos lo que no nos identifica.

Tachamos de "flaites" a quienes viven en poblaciones, acusándolos, sin conocerlos, de delincuentes y narcotraficantes, y exigiendo el máximo rigor de la Ley para ellos. Creemos que es su estilo de vida, que ellos escogieron ser así y que es imposible cambiarlos, así que los metemos dentro de pequeñas celdas para que estén todos juntos, "en su ambiente". Ignoramos y no nos importa saberlo, el drama familiar detrás de ellos, las conductas heredadas de los padres, la falta de estudios, la necesidad de alimentarse y vivir, cuando todo el mundo te cierra la puerta por tu procedencia o historial financiero.

"Mátenlos a todos", habrá dicho algún jovencito rubio de ojos claros, en la comodidad de su piscina en el barrio alto, sin saber qué decir cuando el 8 de diciembre la cárcel ardió. Mudos se quedaron también los gendarmes, a esas horas en que estaban tan borrachos como los pacos de San Joaquín. Los únicos que dieron el grito en el cielo fueron los defensores de los Derechos Humanos, quienes pedían un trato digno para los detenidos, mientras tiempo atrás exigían la horca para los cómplices de Pinochet.

No confundan lo que digo. El día de la tragedia penitenciaria, postié en mi Twitter una pregunta que a simple vista parecía sencilla de contestar: "¿Quienes violan los DDHH, pierden sus Derechos Humanos?". Las respuestas fueron de toda índole, pero todas iban a lo mismo, a que sin importar color, sexo ni religión, los DDHH son innegables para todos. Es fácil decirlo, es difícil pensar en todas las implicancias, y aún más complicado ponerlo en práctica. Si hay algo que podemos rescatar de esta nota, que sea esto, recordar que todos merecemos la misma dignidad, las mismas oportunidades y la misma responsabilidad, seamos como seamos, vengamos de donde vengamos. Los candados del Infierno no son los que impidieron el rescate de los presos ni los que faltaron en los asientos del bus siniestrado, sino los que nos van cerrando el corazón y los ojos, a medida que pasan los días y los meses. Feliz navidad.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Más Revolución y Menos Reformas


En Chile, en menos de 5 años, dos Gobiernos han querido hacer pasar dos reformas educativas como soluciones al déficit igualitario y de calidad. La primera, antecedida por una mal llamada Revolución de los Pingüinos, que terminó con una manito de gato a la LOCE dejándola como LGE, donde sólo se consiguió la gratuidad parcial de la PSU, y una mejora a las becas alimenticias, más no así al organismo encargado de darlas en concesión. La segunda, anunciada en cadena nacional por el hombre de la eterna sonrisa, que hacía hincapié en el tema económico y los estándares internacionales que se pretenden alcanzar.

No puedo decir que esta última reforma es del todo mala, ya que siempre son bienvenidos nuevos recursos que ayuden al trabajo educacional y la dignidad del profesorado, pero sí puedo negar tajantemente la insinuación de Piñera de que esta reforma "apunta al corazón del problema". Vayamos por partes. En un país donde la brecha entre ricos y pobres es la más alta de toda Latinoamérica, y donde la cantidad de personas que ganan menos de 102 mil pesos mensuales son casi 6 millones, un 35 % de la población total, decir que sólo la calidad de la educación es el problema y no la creación de oportunidades, es una aberración terrible.

¿Cuántos jóvenes con ganas de estudiar no pueden hacerlo, porque no tienen ingresos ni para optar a un crédito? El Gobierno ha dado un primer paso importantísimo en esta materia, al otorgar la gratuidad para los alumnos que obtengan sobre 600 puntos en la PSU y opten por la carrera de pedagogía, pero es precisamente en este punto donde tropezó y se cayó de hocico. Que un estudiante sepa de memoria fórmulas y definiciones no lo harán un mejor profesional por obra y gracia del Espíritu Santo, y menos un mejor profesor. Hay personas que sin siquiera serlo, enseñan mejor que cualquier maestro en las áreas de su conocimiento, y eso es algo que se llama vocación. Muchos jóvenes que no tienen esa vocación de educadores, pero que tampoco tienen los recursos para estudiar otra cosa, se verán obligados a elegir pedagogía para poder sacar un título que les permita salir de la miseria (y entrar a otra). Eso sumado a la misma malla curricular y la misma forma de transmisión de contenidos por parte de los profesores universitarios, no sólo seguirá creando docentes malos, sino también docentes sin vocación, lo que es aún peor.

Una solución alternativa al punto de los recursos, es utilizar la misma cantidad que se destinará en becas de pedagogía, para crear una universidad 100% estatal, gratuita, que imparta todas las carreras y a la que sólo puedan postular jóvenes cuyas familias ganen por debajo del sueldo ético. De nada sirve incentivar a que hayan más profesionales en una sola carrera, cuando no se ha solucionado el problema de fondo, que es al que voy ahora.

Hace unos días se supo de la próxima fusión y cierre de colegios de Cerro Navia, La Pintana y otras localidades, aludiendo a la falta de recursos de estas municipalidades, lo que dejará sin trabajo a cientos de docentes y auxiliares, mientras que aumentará hasta 45 el número de alumnos por sala de clases en los colegios fusionados. Hoy, mientras el Gobierno se llena la boca diciendo la cantidad de dinero que se invertirá en "La Gran Reforma a la Educación Chilena", en los barrios más necesitados la situación se hará aún más crítica con estos cierres. De aquí se pueden resaltar varios aspectos importantes que debieran ir incluidos en esta reforma para ser exitosa; el primero, es evitar que los problemas monetarios sigan interponiéndose en el desarrollo y el futuro de los niños, y para esto la educación municipalizada debe reemplazarse por una estatizada, que garantice la igualdad en la entrega de subvenciones y vele por el mantenimiento de la infraestructura, sin importar que sea una comuna más rica o más pobre. El segundo punto es avanzar hacia una educación personalizada, donde el profesor pueda concentrar sus esfuerzos en los alumnos que más les cueste entender la materia, y para eso es fundamental la reducción del número máximo de estudiantes por curso, si es posible hasta la mitad, lo cual no sólo beneficiará el aprendizaje sino también el control del alumnado y la disminución de los casos de bullying.

Creer que los incentivos pueden dar resultados, cuando el sistema educacional es el malo, es otro craso error del Gobierno, que con acelerar la jubilación de los docentes sacará del medio a personas expertas en educación, que cuentan con una experiencia y trayectoria de la que carecen los profesores recién egresados. Instaurarles una evaluación es someterlos aún más a presión, ya que serán despedidos sin contemplación en caso de obtener un puntaje bajo, lo cual marcará sus vidas profesionales impidiéndoles encontrar un trabajo estable. Parece haber un empeño en castigar al profesorado con estas medidas que inspiran terror a equivocarse, a tener que ser perfectos y no aprender de los errores. ¿Por qué no se aplica un examen anual a médicos, ingenieros, arquitectos y funcionarios públicos, siendo que de ellos también depende nuestra calidad de vida?

Piñera y Cía siguen anteponiendo los números por sobre el desarrollo de las capacidades humanas. Incorporar más horas de lenguaje y matemáticas con el puro fin de aumentar los resultados SIMCE y PSU, es una prueba de ello. El método cuantitativo de educación quizás sirvió durante la Revolución Industrial y principios del siglo XX, pero hoy está obsoleto debido al mundo globalizado y tecnológico en que vivimos. Hoy debiese ser instaurado un sistema cualitativo, donde se resalten los atributos y capacidades propias de cada persona, que se diferencian la una de la otra. No podemos esperar que todos salgan como robots de las escuelas, sabiendo y viendo el mundo de la misma manera. El cerebro humano está dividido en dos partes, la científica/racional y la humanista/artística, y una de ellas tiende a desarrollarse más que la otra, de manera distinta en cada individuo. Es así que vemos estudiantes que son brillantes en química, pero que son un desastre en artes plásticas.

Es fundamental empezar a desarrollar las habilidades y talentos de cada niño desde la Enseñanza Básica, y potenciarlos durante la Enseñanza Media; la Básica es precisamente, como dice su nombre, la impartición de conocimientos básicos que le serán de utilidad a los niños durante toda su vida, mientras que la Media o Secundaria, es para preparar el camino que lo llevará a una Enseñanza Superior. En este aspecto, es necesaria una verdadera Revolución de la forma en que se imparten las clases, ya que en la Secundaria de nada le sirve a un joven aprender álgebra o logaritmos, cuando lo que a él le gusta y quiere estudiar es literatura. Propongo entonces un sistema de Bachillerato, donde los ramos de la Enseñanza Media sean optativos y cada alumno los pueda elegir para armar su propia malla curricular, la que le servirá como base potente a la hora de escoger una carrera adecuada a sus capacidades.

Es tiempo de dejar de lado la memorización y enseñar a pensar de verdad a los niños. Ellos deben ser capaces de resolver por sus propios medios los problemas de la vida, y no creer que lo que sale en los libros es la única solución posible a todos ellos. El profesor debe ser una herramienta de guía, para que el alumno descubra por su propia cuenta y percepción, cual es el mundo que lo rodea.

Las reformas sólo sirven para tapar con maquillaje las verdaderas falencias de este sistema corrupto y neoliberal, que teme quitarles la venda de los ojos a los trabajadores y que vean más allá de lo que se les decía que era cierto. Los que hoy ostentan el poder se rehúsan a perderlo, y es por eso que hacen lo posible para acallar las conciencias y dormirlas entre regalías y opio televisivo. La jornada escolar completa, que se pretende alargar hasta las 8 de la tarde, es un intento más por alejar al alumno de la realidad, para que sólo se alimente de lo que hablan en clases y no salga a conocer la verdad en que vivimos.

Y así puedo seguir descuerando esta seudoreforma y proponiendo algunas ideas más sensatas, pero no me alcanzaría todo el blog para ello; implementar educación cívica, educación ambiental, asambleas estudiantiles, créditos que no sean abusivos, tarifas estáticas en la TNE, educación laica, pago de la deuda histórica y así un montón más, que son cosas que una verdadera reforma debería considerar. Por eso digo que necesitamos hacer una Revolución Educativa, y no conformarnos con patrañas como colegios de excelencia, que seguirán dándole prioridad a los que más tienen en desmedro de quienes necesitan una educación verdaderamente de calidad y accesible, que les abra el camino hacia el progreso. Queda demasiada ropa por lavar, y Lavín no es mucamo.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Poesía Cívica: El Arte de Transmutar Chile


Cuando Huidobro afirmó que "el poeta es un pequeño dios", la controversia en Chile y el mundo se aconteció. Las mentes cerradas del conservadurismo, moldeadas por conceptos moralistas del catolicismo, arremetieron contra él, sin entender por completo su simbolismo. Tuvieron que pasar varios años después de su muerte, para que sus colegas comprendieran su mente, y la implicancia creacionista de esta frase potente.

La poesía está en todo lo que es armonioso. Está en la tranquilidad de una montaña, en el fluir de un río hacia el mar esplendoroso, en el vuelo de un colibrí, el canto de un zorzal, en la sonrisa de un niño a su mamá, en un apretón de manos, e inmerso en todo el acontecer humano. Desde la escritura de un cuento, hasta las melodías de una canción, los trazos de un pincel y las obras de un escultor. Está también en los cálculos de un ingeniero, en los diagnósticos de un doctor, en la crema de los pasteleros y en los diálogos de un actor.

Todo ser vivo capaz de un poco de razón, puede sentir lo que es bello con su corazón. Todo ser vivo además, con un poco de imaginación, puede crear un mundo de otro color. Cuando inventas algo, una historia, un poema o una canción, es entonces cuando tú te conviertes en Dios. Eres tú el que le da vida a los personajes, el que construye su universo y el que decide el rumbo de su situación. Podríamos pensar entonces que aquel Ser Superior, al que muchos rezan por su salvación, es en realidad un poeta, un artista que ha puesto a correr su imaginación, y tú eres un objeto armonioso diseñado para mantener la tensión. Un personaje en la constante búsqueda de su destino, donde eres golpeado por la tragedia, el romance, la comedia y la ilusión.

Pero así como un arquitecto, tras pensar y dibujar un proyecto, puede materializarlo y hacerlo concreto, hay otros arquitectos de los que dependemos de su intelecto, el que muchas veces resulta imperfecto. Me refiero a los políticos, arquitectos de la sociedad que sólo piensan en volverse ricos, olvidando que su tarea es velar por su gente, y no convertirse ellos en los delincuentes.

La Política debe considerarse también un arte, el arte de gobernar con equidad, respeto, justicia y fraternidad. Un político que no siga estos principios debe dar un paso al costado, y entender que la opulencia y la soberbia no son deberes de Estado, pero si lo es trabajar por y para su poblado. La Democracia es la más bella de todas las rimas, suma el clamor del pueblo con todo lo que él estima, representando sus anhelos, sus necesidades y sus recelos. Porque no todo es armonioso en esta vida, y para corregirlo, escuchar a quienes sufren es la salida.

Chile ha perdido su belleza, los políticos miran desde arriba y con desprecio a la pobreza, mientras dictan normas que a nadie más que a ellos interesan. Es por esta razón, que Huidobro en su época manifestó, lo que a muchos gobernantes corruptos indignó, y quienes lo escucharon a él ovacionaron, ya que exigió a gritos una nueva revolución, donde reinaran los jóvenes y el amor.

Hoy en día, la situación sigue siendo parecida, y Chile todavía tiene abierta una herida. Pero si hay algo diferente, eso es que el grito de nuestro Vicente, está más cerca que nunca de hacerse presente. La política vieja está decaída, y ni izquierda ni derecha llevan puesto salvavidas. Entre leyes mal promulgadas y un sistema educativo que tiene la embarrada, la huelga Mapuche y el Transantiago, a todo el mundo tiene angustiado. La comunidad a las calles a salido, y furiosa exige los cambios prometidos. El Presidente sonríe entredientes, sabiendo que en todo lo que dice, miente.

La juventud estos meses ha hablado, y a todos los politicuchos ha condenado. El clamor de libertad no han logrado callar, y al Presidente su festejo Bicentenario han podido opacar. Porque no hay Independencia si no existe la clemencia, y mucho menos si la gente no toma conciencia. Chile está despertando, y poco a poco se está transmutando, en el país que nosotros queremos, ¡porque el pueblo y los jóvenes muy pronto venceremos!


David Farías, apóstata, huidobriano, progresista y ciudadano.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Un Bicentenario sin Libertad


"Estamos bien en el refugio los 33", es la frase que nos llenó de alegría y que recordaremos por muchos años más, estampada en una hoja de papel a la que Sebastián Piñera le sacó más provecho que a un cheque de 1 millón de dólares. La prensa nacional e internacional llenó sus páginas con la noticia de los mineros vivos, y hasta un ministro que ningún proyecto ha mandado en su cartera, llegó a ser más popular y mejor evaluado que el monigote de Lavín.

Hoy la noticia sigue acaparando portadas, y no cabe duda que lo seguirá haciendo mientras dure el rescate, vale decir, hasta finales de año. El reality show a 700 metros de profundidad es el tema más hablado y visto por la comunidad, pero hay otros chilenos -que preferirían, con justa razón, no ser llamados así- que están aguantando sin comer más de 50 días, a oscuras en una celda, y todo por exigir su derecho a la equidad.

"Estamos mal en la cárcel los 32", es más que una parodia cruel de la consabida frase, es una realidad de la que recién ahora se empieza a hablar en la prensa. Desde el 12 de julio, 20 presos políticos mapuches, a los que se sumaron otros 12 y ahora último, 2 menores de edad, están en una huelga de hambre líquida exigiendo que no se les aplique la Ley Antiterrorista al juicio en su contra, y que se desmilitaricen las zonas de conflicto territorial.

La mencionada ley, creada durante la Dictadura, permite el doble enjuiciamento de los inculpados, mediante la Justicia Ordinaria y la Justicia Militar, esta última permitiendo la declaración de testigos sin rostro a los que ni siquiera pueden apelar los abogados defensores, y llegando incluso a triplicar las condenas. Esta ley, claramente vulnera el artículo 11 de la Declaración de Derechos Humanos en su totalidad, y en sí misma, su aplicación no se fundamenta dado que sólo corre contra quienes "atenten contra la integridad física, la vida o la libertad de las personas", hechos en los que ninguno de los detenidos han incurrido directamente.

Quemar un camión vacío o una parcela, o incluso disparar perdigones contra una persona, son delitos civiles castigados por la Ley Civil, y no tienen a lugar para la aplicación de una Ley Antiterrotista, anticuada y represiva. Ni yo, ni los presos mapuches, ni los organismos internacionales, exigimos que no haya un enjuiciamiento, sólo pedimos, de forma pacífica, que se respete el Estado de Derecho y que se haga valer la ley que corresponde para nuestros hermanos. No es por justificarlos, pero la historia global dice que cuando todas las herramientas de diálogo se agotan, el único camino que queda es la fuerza, y los mapuches ya han soportado más de 200 años de ser pasados a llevar por los Gobiernos de Chile una y otra vez.

Está de más decir el derecho ancestral que tienen sobre las tierras australes, pero también hay que hacer hincapié en todas las veces que han sido engañados y que les han comprado las hectáreas recuperadas a muy bajo costo, aprovechándose de su poca capacitación para administrarlas. El Estado chileno DEBE otorgar las herramientas al pueblo mapuche para autovalerse y explotar adecuadamente los terrenos que les sean devueltos, y además ha de asegurar que su cultura no desaparezca por la irrupción de los huincas y su costumbre arribista de destruir todo lo que tocan. La Nación Mapuche no es un sueño imposible de lograr, no si el país se federaliza y crea un miniestado para ellos y para el pueblo Rapa Nui, que proteja su identidad y su patrimonio con sus propias leyes y jerarquías. Es cuestión de voluntad.

Hoy no podemos festejar el Bicentenario sabiendo que mientras unos ya recibieron ayuda, otros todavía luchan por ser rescatados desde la injusticia, mientras son atormentados en una cámara oscura para obligarles a deponer la huelga, incurriendo en otra falta más al artículo 5 de los DDHH, el que prohíbe la tortura. Ya basta de que el señor de la sonrisa de silicona se burle del desconocimiento de la gente y ponga cercos comunicacionales en estos temas de importancia nacional. Si Piñera adora subir en las encuestas luego de "escuchar" al pueblo protestar, ¡entonces sal y protesta! Digamos NO a la Ley Antiterorista y exijamos una solución definitiva a la causa indígena en Chile. Que este fin de año no sean sólo 33 los que encuentren la libertad anhelada, sino que sean el doble los que sepan que la Justicia existe y que su país los respeta y los valora por lo que son y lo que representan. Marichiweu!!

miércoles, 11 de agosto de 2010

El Parche en la Herida


Una semana llevan atrapados los 33 mineros en la mina San José, sin siquiera saber si se encuentran con vida. Mientras todas las medidas adoptadas para intentar rescatarlos fracasan, los familiares siguen apostados en las afueras, rezando por ellos con un afán de esperanza.


Aprovechando esto, la noche del sábado, el Presidente Sebastián Piñera, en un tiempo récord de 15 minutos, llegó a Copiapó y dijo ante los medios de prensa que no escatimaría recursos y los rescataría sanos y salvos, para luego ir con las familias a darles una - y literalmente una - palabra de apoyo, con su tradicional “arriba los corazones”. Después de eso, regresó a Santiago contento por haber hecho la buena obra del día. No es por ser criticón, pero si iba a estar sólo 15 minutos, mejor no hubiera ido.


Sin embargo, no es este el tema que me mueve para escribir esta nota, sino el modo que usan los gobernantes para “resolver” los problemas. El día de ayer, Piñera pidió la renuncia de los altos mandos de Sernageomin, por haber sido ellos quienes permitieron la reapertura de la mina, que fuese clausurada el 2007 por una serie de irregularidades y accidentes, dentro de los que se cuentan muertes. Esto, automáticamente nos hace volver a aquel fatídico 27 de febrero, cuando Carmen Fernández y Mariano Rojas le decían a la entonces Presidenta Bachelet que no había peligro de tsunami, mientras en el sur desaparecían las costas de Dichato.


La solución a la desinformación del 27F y la consiguiente muerte de las más de 400 personas, que confiaron en lo que decía Bachelet por la radio y bajaron de los cerros para ser arrastradas por las olas, fue la destitución de la directora de la Onemi y del director del Shoa. ¿Caso cerrado?


En Chile, seguimos acostumbrados a poner el parche después de la herida. No somos capaces, bajo el Gobierno que sea, de prevenir accidentes por más que nos pongan las evidencias frente a nuestros ojos. Hacer sumarios administrativos es una pérdida de tiempo, que no meterá a la cárcel a nadie ni mucho menos devolverá a la vida a quienes fueron víctimas de la irresponsabilidad y la ambición desenfrenada.


A veces pareciera que trabajar en una entidad pública es igual a echarse frente al escritorio, timbrando papeles mientras juegas al solitario en la computadora. Nadie lee los informes, nadie lee los folletos sobre qué hacer en caso de emergencia, y nadie se hace responsable cuando ocurre un error. Y luego nos quejamos de la burocracia, sin saber que aquí los verdaderos cretinos son los que hacen las cosas a la rápida.


¿Qué dirán los niños de La Legua que derrotaron a la selección sub13 del Real Madrid, y que siguen esperando los arreglos y obsequios que les prometió Bachelet para su club deportivo, pero que no aparecen en las nóminas de Chiledeportes? ¿Qué dirán los mapuches que confiaron en Piñera cuando les prometió apertura de diálogo, y que ven a sus hermanos presos a punto de morir en una huelga de hambre a la que el Presidente pareciera hacer oídos sordos? Y más cercano aún, ¿qué dirán las 400 familias cartageninas que siguen esperando las viviendas que el alcalde prometió en su campaña de reelección, y que nunca tendrán porque el proyecto era inviable?


Decepción, desconfianza, frustración. Odio. Lo mismo que siente ahora la gente que perdió un pariente tras el terremoto, y que sienten los familiares de los mineros atrapados. ¿De qué sirve tener ministerios y servicios regionales por montón, si no son capaces de hacer bien SU TRABAJO? Cortar cabezas y poner a gente igual de irresponsable no es la solución, sino que está en evaluar qué y no quien anda mal dentro de la entidad pública y privada, y poner manos a la obra para arreglarlo lo antes posible, de lo contrario, seguiremos viendo gente morir como si nada, por haber confiado en que los sujetos de arriba estaban velando y trabajando por y para ellos. Chile tiene que cambiar.

miércoles, 28 de julio de 2010

Un Patrimonio en Peligro


A comienzos del 1900 Cartagena era diferente, era el lugar elegido por la aristocracia de nuestro país para emplazar sus casas de veraneo. El balneario se destacaba por sus grandes casonas, repitiendo las modas y estilos de las principales capitales europeas.

En la actualidad Cartagena es el balneario visitado mayoritariamente por los sectores populares de la Región Metropolitana, las familias acaudaladas emigraron hace ya muchos años y sólo quedaron como mudos testigos de aquella época las grandes mansiones, muchas de las cuales se encuentran en lamentables condiciones estructurales, otras prácticamente abandonadas, así como también muchas de ellas ya no existen.

Las que todavía están, se nos aparecen a cada rato, en cada vuelta a la esquina. Están ahí llamándonos a que nos preocupemos de ellas, que no las dejemos morir, que todavía tienen algo que aportar, ya no para albergar a la alta alcurnia santiaguina, sino que para acoger el arte y la cultura. Un lugar es atractivo no sólo porque quienes ahí viven son personas adineradas; puede ser atractivo porque sus habitantes se preocupan de él.

Conscientes de esta realidad, un grupo de vecinos que no quieren ver que estos inmuebles se sigan cayendo delante de sus ojos, se han reunido con el objetivo de recuperar el patrimonio arquitectónico del lugar. Pero la recuperación de estos inmuebles es de tal envergadura para este grupo de residentes de Cartagena, que no la puedan realizar por sí solos, sino que necesitan la colaboración de otras personas. Personas como usted que en algún momento de su vida visitó este lugar, disfrutó de su mar, de su arena, de su magia.

Los invitamos a reflexionar al respecto.

Se despide atentamente

Eduardo Flores Jara
Corporación Cultural “Los Quijotes”, Cartagena
94407786


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PD: Esta nota, escrita por un amigo, no es una petición de limosna, sino una petición de conciencia a todos quienes llevamos un pedacito de Cartagena en nuestros corazones, para que nos quitemos la venda de los ojos y empecemos a cuidar esta hermosa ciudad, esperando que algún día vuelva a recuperar el esplendor que tuvo antes. Fuerza, mi Joya del Pacífico!!

sábado, 24 de julio de 2010

Derechos y Libertades


Hoy, mientras en la comarca de Chile el ostentoso Rey analiza en la comodidad de su castillo la propuesta del clero para liberar asesinos y violadores, como acto de misericordia hacia la plebe, en el reino vecino se avanza con fuerza en el siglo XXI. Y si bien aún falta mucho para que termine la corrupción en Argentina, los derechos y las libertades están a la orden del día.

Primero fue la marihuana, cuyo consumo y autocultivo ya no está penalizado por la ley trasandina. ¿Qué beneficios podría traer esto? Lo hemos repetido hasta el cansancio, pero nuestros legisladores son tan cabezas duras que hay que decírselos otra vez. De partida, el tráfico de cannabis desaparecería y con él, todos los adhesivos tóxicos que usan para aumentarle el volumen. También disminuiría el narcotráfico y el uso de drogas fuertes, ya que se tendría una más suave, barata y legal a la mano.

Y cuando digo barata no es sólo porque pueda cultivarse en casa, si no también porque podría iniciarse una industrialización de la hierba, que generaría puestos de trabajo en el cultivo, el procesado y el comercio, con su correspondiente paga de impuestos para el Estado. Las únicas restricciones que debieran ponerse son las mismas del alcohol y el tabaco, vale decir, que se prohíba su venta a menores de edad y se sancione su consumo en la vía pública y la conducción en estado alucinógeno. Recién ahí, la educación vendría a ser una herramienta fundamental.

Y segundo, esta semana en Argentina, se ganó una batalla que marca un precedente para toda Latinoamérica: la aprobación del matrimonio civil entre personas del mismo sexo. La ley, que entrará en vigencia el 31 de julio, fue condenada por la Iglesia Católica y por cavernícolas locales como Carlos Larraín, que no son capaces de entender que una familia no la hace “un hombre, una mujer y sus hijos”, si no que el amor.

¿Qué pasa con aquel matrimonio que no puede engendrar hijos? O más aún, ¿qué pasa con aquella madre soltera, que ha debido aperrar sola con sus hijos? ¿Dejan de ser familia acaso? ¿Dejan de tener derecho a previsión de salud y a heredar bienes? Debe entenderse de una buena vez que es el amor el que une a las personas, y no lo que pueda o no decir una regla moral o constitucional.

Una pareja mixta que ha compartido toda una vida juntos, amándose y respetándose, pero que no ha contraído nupcias, está imposibilitada de decidir qué hacer cuando el otro sufre un accidente, sólo por no haber querido o tenido tiempo de poner una firma en un papel. Pero para la ley, es más familia aquella en la que hay maltrato verbal y físico, que una de convivientes donde reina el amor. Y eso es en el ámbito heterosexual, ya que sobre parejas homosexuales ni hablar; ni siquiera derecho a inseminación artificial tienen, puesto que es “inmoral” que críen hijos.

¿Pero sería acaso inmoral que un niño desde pequeño aprendiera a respetar a las personas como son, sin distinguir su género, color de piel o procedencia étnica? Lo único que conseguimos con estas restricciones es incentivar aún más a la discriminación, una verdadera plaga social que veta a la diversidad y nos hunde cada día más en la clandestinidad y el odio.

Ahora, cuando quedan dos meses para el Bicentenario, que no es otra cosa que el festejo de los 200 años de nuestra libertad, es ella precisamente la que se ha perdido en un mar de prejuicios éticos y burocracia maldita. No hay libertad para amar ni derecho para fumarte lo que se te dé en gana, sólo hay reglas que te impiden ser tú mismo y disfrutar tu vida, sin hacerle daño a nadie. Lo que hoy deberían estar haciendo los bufones de la Corte del Rey es debatir sobre cómo no seguir estancados en la Inquisición y no quedarnos detrás de Argentina, en vez de estar perdiendo el tiempo en decidir si le pasan o no por encima a la escasa Justicia que se da en el país.

lunes, 5 de julio de 2010

Balance Patriótico, por Vicente Huidobro

En 1925, Vicente Huidobro fundó el diario Acción, que buscaba desenmascarar las malas prácticas de los políticos chilenos de la época. Tras recibir una golpiza frente a su casa, el periódico fue clausurado por agitador, pero su mensaje caló fuerte en las juventudes progresistas, que lo promulgaron precandidato a la Presidencia, condición que finalmente rechazaría tras ser víctima de un segundo atentado, esta vez con explosivos, del que afortunadamente salió ileso.

He aquí una crónica rescatada de aquel viejo periódico, de puño y letra de nuestro menospreciado y olvidado poeta nacido en Santiago, pero con alma cartagenina. Cualquier alcance con la actualidad no es coincidencia, si no el fiel reflejo de lo poco que hemos avanzado como sociedad.



Balance Patriótico


"Un país que apenas a los cien años de vida está viejo y carcomido, lleno de tumores y de supuraciones de cáncer como un pueblo que hubiera vivido dos mil años y se hubiera desangrado en heroísmos y conquistas.


Todos los inconvenientes de un pasado glorioso pero sin la gloria. No hay derecho para llegar a la decadencia sin haber tenido apogeo.


Un país que se muere de senectud y todavía en pañales es algo absurdo, es un contrasentido, algo así como un niño atacado de arteriosclerosis a los once años.


El sesenta por ciento de la raza, sifilítica. El noventa por ciento, heredoalcohólicos (son datos estadísticos precisos); el resto insulsos y miserables a fuerza de vivir entre la estupidez y las miserias. Sin entusiasmo, sin fe, sin esperanzas. Un pueblo de envidiosos, sordos y pálidos calumniadores, un pueblo que resume todo su anhelo de superación en cortar las alas a los que quieren elevarse y pasar una plancha de lavandera sobre el espíritu de todo aquel que desnivela el medio estrecho y embrutecido.


En Chile cuando un hombre carga algo en los sesos y quiere salvarse de la muerte, tiene que huir a países más propicios llevando su obra en los brazos como la Virgen llevaba a Jesús huyendo hacia Egipto. El odio a la superioridad se ha sublimado aquí hasta el paroxismo. Cada ciudadano es un Herodes que quisiera matar en ciernes la luz que se levante. Frente a tres o cuatro hombres de talento que posee la República, hay tres millones setecientos mil Herodes.


Y luego la desconfianza, esa desconfianza del idiota y del ignorante que no sabe distinguir si le hablan en serio o si le toman el pelo. La desconfianza que es una defensa orgánica, la defensa inconsciente del cretino que no quiere pasar por tal y cree que sonriendo podría enmascarar su cretinismo, como si la mirada del hombre sagaz no atravesara su sonrisa mejor que un reflector.


El huaso macuco disfrazado de médico que al descubrirse la teoría microbiana exclama: a mí no me meten el dedo en la boca; el huaso macuco disfrazado de artista o de político que cree que diciendo: no comprendo, mata a alguien en vez de hacer el mayor elogio.


Por eso Chile no ha tenido grandes hombres, ni podrá tenerlos en muchos siglos. ¿Qué sabios ha tenido Chile? ¿Qué teoría científica se debe a un chileno? ¿Qué teoría filosófica ha nacido en Chile? ¿Qué principio químico ha sido descubierto en Chile? ¿Qué político chileno ha tenido trascendencia universal? ¿Qué producto de fabricación chilena o qué producto del alma chilena se ha impuesto en el mundo?


No recuerdo nunca en una universidad de Europa, ni en Francia, ni Alemania; ni en ningún otro país haber oído el nombre de un chileno, ni haberlo leído en ningún texto.


Esto somos y no otra cosa. Es preciso que se diga de una vez por todas la verdad, es preciso que no vivamos sobre mentiras, ni falsas ilusiones. Es un deber, porque sólo sintiendo palpitar la herida podremos corregirnos y salvarnos aún a tiempo y mañana podremos tener hombres y no hombrinos.


Decir la verdad significa amar a su pueblo y creer que aún puede levantársele y yo adoro a Chile, amo a mi patria desesperadamente, como se ama a una madre que agoniza.


Recorred nuestros paseos, mirad las estatuas de nuestros hombres de pensamiento: ¡qué cisos de valores efectivos! A la excepción de 4 ó 5, ninguno de ellos habría sabido responder en un examen universitario de hombres serios ¡qué sabios de aldea, qué cerebros más primarios! ¿En dónde fuera de aquí iban a tener estatuas esos pobrecitos?


Es necesario levantar estatuas en los paseos y como no hay a quién elevárselas, el pueblo busca el primero que pilla, y cuando es el pueblo el que levanta monumentos, ellos surgen debido a las influencias de familias, son los hijos que levantan monumento al papá en agradecimiento por haberlos echado al mundo. ¡Es conmovedor!


¿Y el mérito, en dónde está el mérito? El pueblo pasa soñoliento y lánguido, arrastrando su cuerpo como un saco de pestes, su cuerpo gastado por la mala alimentación y carcomido de miserias y entre tanto la sombra de Francisco Bilbao llora de vergüenza en un rincón. ¿Qué hombre ha sabido sintetizar el alma nacional?


¡Pobre país; hermosa rapiña para los fuertes!


Y así vienen, así se dejan caer sobre nosotros; las inmensas riquezas de nuestro suelo son disputadas a pedazos por las casas extranjeras y ellos viendo la indolencia y la imbecilidad troglodita de los pobladores del país, se sienten amos y les tratan como a lacayos, cuando no como a bestias. Ellos fijan los precios de nuestra materia prima al salir del país y luego nos fijan otra vez los precios de esa misma materia prima al volver al país elaborada. Y como si esto fuera poco, ellos fijan el valor cotidiano de nuestra moneda.


Vengan los cuervos. Chile es un gran panizo. A la chuña, señores, corred todos, que todavía quedan migajas sobre la mesa.


¡Es algo que da náuseas!


Chile aparece como un inmenso caballo muerto, tendido en las laderas de los Andes bajo un gran revuelo de cuervos.


El poeta inglés pudo decir: “Algo huele a podrido en Dinamarca”, pero nosotros, más desgraciados que él, nos veremos obligados a decir: “Todo huele a podrido en Chile”.


Un gran banquero alemán decía en una ocasión a un ex encargado de negocios de Chile en Austria: “Los políticos chilenos se cotizan como las papas”, y un magnate de las finanzas francesas decía otra vez, y esto lo oí yo: “Desde que a los políticos argentinos les dio por ponerse honrados, el gran panizo para los negocios es Chile”.


Y esos prohombres de la política chilena, esos señores que entregarían el país maniatado por una sonrisa de Lord Curzon y unos billetes de Guggenheim, no se dan cuenta que cada vez que esos hombres les dan la mano, les escupen el rostro.


¡Qué desprecio deben sentir los señores del cobre por sus abogados!


¡Qué asco debe sentir en el fondo de su alma el amo de nuestras fuerzas eléctricas por los patrióticos tinterillos que defienden sus intereses en desmedro de los intereses del país!


Y no es culpa del extranjero que viene a negocios en nuestra tierra. Se compra lo que se vende; en un país en donde se vende conciencias, se compra conciencias. La vergüenza es para el país. El oprobio es para el vendido, no para el comprador.


Frente a la antigua oligarquía chilena, que cometió muchos errores, pero que no se vendía, se levanta hoy una nueva aristocracia de la banca, sin patriotismo, que todo lo cotiza en pesos y para la cual la política vale tanto cuanto sonante pueda sacarse de ella. Ni la una ni la otra de estas dos aristocracias ha producido grandes hombres, pero la primera, la de los apellidos vinosos, no llegó nunca a la impudicia de esta obra de los apellidos bancosos.


La historia financiera de Chile se resume en la biografía de unos cuantos señores que asaltaban el erario nacional, como Pancho Falcato asaltaba las casas de una hacienda. Pero aquéllos más cobardes que éste, porque el célebre bandido por lo menos exponía su pellejo.


¡Pobre Chile! Un país que ha tenido por toda industria el aceite de Santa Filomena y los dulces de la Antonia Tapia.


(Chile tiene hierro, Chile entero es un gran bloque de hierro y no posee Altos Hornos. La Argentina no tiene hierro y tiene Altos Hornos).


¿Y la Justicia?


La Justicia de Chile haría reir, si no hiciera llorar. Una Justicia que lleva en un platillo de la balanza la verdad y en el otro platillo, un queso. La balanza inclinada del lado del queso.


Nuestra Justicia es un absceso putrefacto que empesta el aire y hace la atmósfera irrespirable. Dura o inflexible para los de abajo, blanda y sonriente con los de arriba. Nuestra Justicia está podrida y hay que barrerla en masa. Judas sentado en el tribunal después de la crucificación, acariciando en su bolsillo las treinta monedas de su infamia, mientras interroga a un ladrón de gallinas.


Una Justicia tuerta. El ojo que mira a los grandes de la tierra, sellado, lacrado por un peso fuerte y sólo abierto el otro, el que se dirige a los pequeños, a los débiles.


Buscáis a los agitadores en el pueblo. No, mil veces no; el más grande agitador del pueblo es la Injusticia, eres tú mismo que andas buscando a los agitadores de abajo y olvidas a los de arriba.


Las instituciones, las leyes, acaso no sean malas, pero nunca hemos tenido hombres, nunca hemos tenido un alma, nos ha faltado el Hombre.


El pueblo lo siente, lo presiente y se descorazona, se desalienta, ya no tiene energías ni para irritarse, se muere automáticamente como un carro cargado de muertos que sigue rodando por el impulso adquirido.


Hace días he visto al pueblo agrupado en torno a la estatua de O’Higgins. ¿Qué hacían esos hombres al pie del monumento? ¿Qué esperaban? ¿Buscaban acaso protección a la sombra del gran patriota?


Tal vez creían ellos que el alma del Libertador flotaba en el aire y que de repente iba a reencarnarse en el bronce de su estatua y saltando desde lo alto del pedestal se lanzaría al galope por calles y avenidas, dando golpes de mandoble hasta romper su espada de tanto cortar cabezas de sinvergüenzas y miserables.


No valía la pena haberos libertado para que arrastrarais de este modo mi vieja patria, gritaría el Libertador.

Y luego, como una trompeta, exclamara a los cuatro vientos: despiértate, raza podrida, pueblo satisfecho en tu insignificancia, contento acaso de ser un mendigo harapiento del sol, resignado como un Job que lame su lepra en un establo.


Los países vecinos pasan en el tren del progreso hacia días de apogeo y de gloria. El Brasil, la Argentina, el Uruguay ya se nos pierden de vista y nosotros nos quedamos parados en la estación mirando avergonzados el convoy que se aleja. Hasta el Perú hoy es ya igual a nosotros y en cinco años más, en manos del dictador Leguía, nos dejará también atrás, como nos dejará Colombia, que se está llenando de inmigrantes europeos.


¿Y esto debido a qué? Debido a la inercia, a la poltronería, a la mediocridad de nuestros políticos, al desorden de nuestra administración, a la chuña de migajas y, sobre todo, a la falta de un alma que oriente y que dirija.


Un Congreso que era la feria sin pudicia de la imbecilidad. Un Congreso para hacer onces buenas y discursos malos.


Un municipio del cual sólo podemos decir que a veces poco ha faltado para que un municipal se llevara en la noche la puerta de la Municipalidad y la cambiase por la puerta de su casa. Si no empeñaron el reloj de la Intendencia y la estatua de San Martín, es porque en las agencias pasan poco por artefactos desmesurados.


¿Hasta cuándo, señores? ¿Hasta cuándo?


Es inútil hablar, es inútil creer que podemos hacer algo grande mientras no se sacuda todo el peso muerto de esos viejos políticos embarazados de palabras ñoñas y de frases hechas.


Al día siguiente del 23 de enero, cuando el país estaba sobre un volcán, ¿saben ustedes en qué se entretenía una de las lumbreras de nuestra vieja politiquería, a quienes preguntaban los militares qué opinaban sobre la designación de don Emilio Bello para ponerle al frente del Gobierno? En dar una conferencia de dos horas para probar que el nombramiento de don Emilio Bello era razonable, pues este caballero había sido Ministro de Relaciones cuando el General Altamirano era Ministro del Interior; por lo tanto, pasando el Ministro del Interior a la Jefatura del país, al Ministro de Relaciones le tocaba pasar al Interior, automáticamente, según las leyes, a la Vicepresidencia de la República, en caso de quedar vacante la Presidencia, y por lo tanto…, etc.


No se le ocurrió por un momento hablar de la competencia ni de la energía, ni de los méritos o defectos del señor Bello. El pobre hombre estaba buscando argucias justificativas cuando se trataba de obrar rápidamente, hipnotizado por las palabras cuando había que saltar por encima de todo. Pobre atleta enredado en la madeja de lanas de una abuela cegatona, en los momentos en que la casa está ardiendo.


He ahí el símbolo de nuestros políticos. Siempre dando golpes a los lados, jamás apuntando el martillazo en medio del clavo.


Cuando se necesita una política realista y de acción, esos señores siguen nadando sobre las olas de sus verbosidades.


Por eso es que toda nuestra insignificancia se resuelve en una sola palabra: Falta de alma.


¡Crisis de hombres! ¡Crisis de hombres! ¡Crisis de Hombre!


Porque, como dice Guerra Junqueiro, una nación no es una tienda, ni un presupuesto una Biblia. De la mera comunión de vientres no resulta una patria, resulta una piara. Socios no es lo mismo que ciudadanos. Al hablar de Italia decimos: la Italia del Dante, la Italia de Garibaldi, no la Italia de Castagneto, y es que el espíritu cuenta y cuenta por sobre todas las cosas, pues sólo el espíritu eleva el nivel de una nación y de sus compatriotas.


Se dice la Francia de Voltaire, de Luis XIV, de Víctor Hugo, la Francia de Pasteur; nadie dice la Francia de Citroen, ni de monsieur Cheron. Nadie dice la España de Pinillos, sino la España de Cervantes. Y Napoleón sólo vale más que toda la historia de la Córcega; como Cristóbal Colón vale más que toda la historia de Génova.


El mundo ignorará siempre el nombre de los pequeños politiquillos y comerciantes que vivieron en la época de los grandes hombres. Sólo aquellos que lograron representar el alma nacional llegaron hasta nosotros; de Grecia guardamos en nuestro corazón el nombre de Platón y de Pericles, pero no sabemos quiénes eran sus proveedores de ropa y alimentos.


En Chile necesitamos un alma, necesitamos un hombre en cuya garganta vengan a condensarse los clamores de tres millones y medio de hombres, en cuyo brazo vengan a condensarse las energías de todo un pueblo y cuyo corazón tome desde Tacna hasta el Cabo de Hornos el ritmo de todos los corazones del país.


Y que este hombre sepa defendernos del extranjero y de nosotros mismos.


Tenemos fama de imperialistas y todo el mundo nos mete el dedo en la boca hasta la campanilla. Nos quitan la Patagonia, la Puna de Atacama, firmamos el Tratado de Ancón, el más idiota de los tratados, y nos llaman imperialistas.


Advirtiendo de pasada que hubo un ministro de Chile en Argentina, el ministro Lastarria, que tuvo arreglado el asunto de la Patagonia, dejando a la Argentina como límite sur el Río Negro, y este ministro fue retirado de su puesto por antipatriota. Tal ha sido siempre la visión de nuestros gobernantes. Los huasos macucos tan maliciosos y tan diablos y sobre todo tan boquiabiertos.


Necesitamos lo que nunca hemos tenido, un alma. Basta repasar nuestra historia. Necesitamos un alma y un ariete, diré parafraseando al poeta íbero.


Un ariete para destruir y un alma para construir.


El descontento era tan grande, la corrupción tan general, que dos revoluciones militares estallaron al fin: la del 5 de septiembre de 1924 y la del 23 de enero de 1925.


La primera giraba a todos los vientos como veleta loca, para caer luego en el mismo desorden y en la misma corrupción que atacara en el Gobierno derrocado, echando sobre las espaldas de un solo hombre culpas que eran de todos; pero más que de nadie, de aquellos que, en vez de ayudarle, amontonaban los obstáculos en su camino.


La segunda, hecha por un grupo de verdaderos idealistas, se diría que principia a desflecarse y a perder sus rumbos iniciales al solo contacto de la eterna lepra del país, los políticos viejos.


¿Hasta cuándo tendrán la ingenuidad de creer que esa gente va a enmendarse y cambiar de un solo golpe sus manías del pasado, arraigadas hasta el fondo de las entrañas, como quien se cambia un paletó?


Dos revoluciones llenas de buenos propósitos, pero escamoteadas por los prestidigitadores de la vieja politiquería, de esa vieja politiquería incorregible y con la cual no hay que contar sino para barrerla.


El país no tiene más confianza en los viejos, no queremos nada con ellos. Entre ellos, el que no se ha vendido, está esperando que lo compren.


Y no contentos con tener las manos en el bolsillo de la nación, no han faltado gobernantes que emplearán a costillas del Fisco a más de alguna de sus conquistas amorosas, pagando con dineros del país sus ratos de placer. ¿Y éstos son los que se atreven a hablar de patriotismo? Roban, corrompen las administraciones y, como si esto fuera poco, convierten al Estado en un cabrón de casa pública.


¿Qué se puede esperar de un país en el cual al más grande de los ladrones, al que comete la más gorda de las estafas, se le llama admirativamente: ¡gallo padre! Este es un peine, dicen, y lo dejan pasar sin escupirle el rostro.


Se dice que el robo lo tenemos en la sangre, que es herencia araucana. Bonita disculpa de francachela. Pues bien, si lo tenemos en la sangre, quiere decir que hay que extirparlo cortando cabezas. Por ahí sale la sangre. Si no hay más remedio, que salga como un río.


¡Qué mueran ellos, pero no muera el país!


Que suban al arca unos cuantos Noé y los demás perezcan en el diluvio de la sangre pútrida.


Como la suma de latrocinios de los viejos políticos es ya inconmensurable, que se vayan, que se retiren. Nadie quiere saber más de ellos. Es lo menos que se les puede pedir.


Entre la vieja y la nueva generación, la lucha va a empeñarse sin cuartel. Entre los hombres de ayer sin más ideales que el vientre y el bolsillo, y la juventud que se levanta pidiendo a gritos un Chile nuevo y grande, no hay tregua posible.


Que los viejos se vayan a sus casas, no quieran que un día los jóvenes los echen al cementerio.


Todo lo grande que se ha hecho en América y sobre todo en Chile, lo han hecho los jóvenes. Así es que pueden reírse de la juventud. Bolívar actuó a los 29 años. Carrera, a los 22; O’Higgins, a los 34, y Portales, a los 36.


Que se vayan los viejos y que venga juventud limpia y fuerte, con los ojos iluminados de entusiasmo y de esperanza."

miércoles, 30 de junio de 2010

Te quiero ver, dentro y fuera de la cancha


Es un tema inevitable, un espectáculo que hizo vibrar a todo Chile al son de un C-H-I, pero que terminó antes de lo que esperábamos, o más bien, de lo que queríamos. Hoy dejaré mi faceta política para escribir de fútbol, una pasión de multitudes y el gran negocio de dirigentes y auspiciadores.


Perdimos, para variar, contra el mejor equipo del mundo, pero ganamos lo que creíamos olvidado: la esperanza, el triunfalismo y la alegría. No podemos sentirnos a menos luego de haber visto a nuestro equipo pasar segundos en las clasificatorias, y llegar a octavos de final jugando de igual a igual ante un poderoso Brasil y una alabada España.


No podemos estar tristes tras haber hecho historia, sacándonos el karma de no poder ganar en un Mundial desde el que jugamos en casa, y lograr que todo el planeta hablara de nosotros y destacara a nuestros jugadores, oriundos de familias humildes y barrios marginados. Tampoco se pueden quejar los vendedores de ropa y chiches deportivos, en especial las grandes multitiendas con sus liquidaciones de bodega y las ferias consumistas de Meiggs y Patronato, llenas de poleras pirateadas y vuvuzelas de los mil demonios.


Chile fue todo fiesta y unidad por dos semanas, dejando de lado colores políticos, creencias religiosas y todo lo que nos separa cuando no hay opio de por medio. Olvidamos incluso, que hace 4 meses un terremoto dejó sin techo y abrigo a miles de personas al centro-sur del país. Y no por llevar al emblema de Chile ayuda a Chile a que se desgastara flameando al viento de Sudáfrica, la situación iba a mejorar para ellos. Digámoslo a quienes vendieron hasta a su madre con tal de sacar pasajes para ver los partidos en vivo, mientras los menos “afortunados” sólo se conformaron con adquirir un plasma de 40 pulgadas para sentirse en el estadio gracias al High Definition. Mi tío es un ejemplo de ello, teniendo 4 teles en su casa, se endeudó con una nueva porque quería impresionar a sus amigos junto a un gran asado mundialero, mientras el 5 de marzo apenas depositó 10 lucas para los daminificados en la cuenta 2702.


Pero terminada la participación de la Roja volvimos a lo de siempre, al estrés y a la pobreza que consume a esta nación en el día a día. Somos pesimistas, estamos ya casi acostumbrados a perder, pero Bielsa nos cambió la mentalidad, nos hizo creer que no había imposibles, y pese la derrota, confiamos en que la Roja podrá llevarse la Copa el 2014, Mundial que tendrá como sede a nuestro eterno verdugo verdeamarelo. Soñad entonces, que soñar es gratuito y libre, y esperad que para entonces nos acompañe algo más de suerte y el camino no se nos venga cuesta arriba, puesto que aquí lo único que faltó es suerte, ya que jugadores con talento demostramos que tenemos.


Lejos de los comentarios burdos de medios extranjeros y el resultado final de los marcadores, Chile jugó sus partidos limpia y profesionalmente, a diferencia de los equipos europeos que se dedicaron sólo a empujar y a fingir caídas al suelo. La Selección no se mereció ni la mitad de las tarjetas que le pusieron, pero ahí ya entra a primar el favoritismo y el protagonismo de los malos árbitros y jueces de línea, que validaron goles inexistentes y anularon los que eran reales.


No obstante, llegará el momento en que rompamos la mala racha, y ojala esté en las manos de este equipo y este DT hacerlo. El Loco es irreemplazable, un técnico de excelencia y que inspira respeto, por lo que si queremos conservarlo, debemos cruzar los dedos porque Piñera suelte los morlacos necesarios, sin caer en la extravagancia. Si, dije Piñera, puesto que como principal accionista del mayor acreedor de la ANFP, es el que finalmente tendrá la última palabra; de algo que sirvan sus conflictos de intereses y su apitutado subsecretario de Deportes…


En lo que queda de Sudáfrica y Waka Waka, espero ver salir a una Alemania campeona, porque por ningún motivo me gustaría ver el trofeo monopolizado en un hexacampeón, ni a los trasandinos vanagloriando aún más a un petiso que mete goles con la mano y se las da de técnico, cuando a Bielsa no le llega ni a los talones (literalmente :P). Pero es sólo un sueño, uno más de tantos que alimentan esta fiebre mundialera, y que acabará el 11 de julio con el pitazo final del árbitro. De regreso a la realidad, afuera de la caja boba hipnotizadora.


Sólo queda esperar que Bielsa sepa valorar el afecto y la confianza que hemos depositado en él, tanto en las buenas como en las malas, sentimientos que no recibió en su natal Argentina, y podamos seguir insistiendo con un ¡viva Chile ctm!, que el 2014 venceremos ;)


martes, 15 de junio de 2010

¿Alguien dijo Progresista?


Las pasadas elecciones presidenciales dejaron algo más que una coalición moribunda y un Gobierno arrogante. Dejaron entrever una herida abierta en el pecho de millones de chilenos hastiados de la ineptitud y la inoperancia de quienes, por más obligación constitucional que democrática, debían gobernar y erigir nuestras pequeñas y exprimidas vidas consumistas. Esa herida se canalizó en primera vuelta con un nombre, Marco Enríquez-Ominami, bajo el cual estaba escrito el nombre de todos y cada uno de los disconformes con el voraz actuar de una Concertación tan derechizadamente neoliberal como su opositora y conservadora Alianza por Chile.


El resultado fueron 1 millón y medio de votos, 20% de los inscritos en el Servel que marcaron por la opción independiente de la lista. Datos numéricos y estadísticos por los que los abanderados presidenciales se pelearon a muerte para sumarlos en segunda vuelta. Pero eran sólo eso, números y porcentajes que hacían falta para alcanzar el anhelado 50+1 con el que al final se impuso un sórdido Sebastián Piñera ante un escueto Eduardo Frei. Nunca esos números fueron individualizados como personas trabajadoras, con familias, necesidades y opiniones personales, opiniones que de nada servían a la hora de ir a la urna el 17 de enero y votar por el blanco o el negro, sin una opción de color distinto.


Un mes después, fuimos golpeados por un devastador terremoto que no hizo más que ratificar la incompetencia de las autoridades salientes y la gran capacidad de las entrantes para aprovecharse de la desgracia y usarla como pantalla para faltar a sus promesas de campaña. Hoy, la herida sangrante parece haber cerrado, pero no por alguna curación efectiva, si no por compresas e inyecciones de morfina, avivadas por pasiones futbolísticas y proyectos usurpados de las mentes progresistas de quienes trabajaron por ese millón y medio de soñadores que querían un país mejor.


Las ideas buenas siempre son bien recibidas, vengan de donde vengan. Hoy el Gobierno tiene un 53% de aprobación por comprometerse a seguir parte del programa de Marco, pero hasta ahora no ha llevado a cabo ninguno de los puntos que tanto repitió el Presidente cuando estaba en campaña. “Esto es progresar”, dicen los ministros aplaudiendo a destajo. “Esto es discriminar”, dice la Concertación mientras reclama por la persecución política en contra de los funcionarios públicos que fueran contratados en estas dos décadas de pitutocracia.


Y es esta misma Concertación la que se hacía llamar progresista, cuando tuvo 20 años a Chile estancado entre tratados de libre comercio en los que se llevan nuestros productos al extranjero para luego volver a importarlos más caros. La misma Concertación que se tapó los oídos cuando estudiantes, profesores, médicos, mapuches, usuarios del Transantiago y pensionados salieron a las calles exigiendo sus derechos. La misma Concertación que daba chipe libre a los delincuentes y narcotraficantes, mientras metía a la cárcel a titulares de Dicom y agricultores de cannabis para autoconsumo. La misma que, entre otras cosas, trató a Marco de inmaduro y que ahora anda llorando porque vuelva y les enseñe a ser Progresistas de verdad.


Esto se llama hipocresía, y eso es lo que como Partido Político vamos a combatir. Tenemos los mismos sueños y anhelos de aquel perceptiblemente lejano 2009, y una altura de miras que ya se la quisieran los viejos dinosaurios de la politiquería chilena. Ser progresista no es sólo presentar unos cuantos proyectos para mantener contento al pueblo, si no trabajar para que cada una de las personas, sin exclusión, vean sus derechos respetados y tengan una mejor calidad de vida.


Ser progresista es buscar la libertad en todas sus formas, desde la libre elección de mercado hasta la libre expresión de pensamientos. Es además buscar la igualdad y justicia para todos, sin distinciones de género, origen étnico ni nivel socioeconómico. Un progresista es un ser fraterno, preocupado por los demás y de su bienestar, por sobre el beneficio propio, comprendiendo que la educación y la salud es un derecho innegable de cada ser humano. Progresismo es ver un país sin fronteras, amigo de nuestros vecinos pero capaz de autosostenerse cuando nos quitan el hombro. Ser progresista es ser tolerante con toda opción personal, desde lo religioso hasta lo sexual, siempre con el respeto y dignidad que todo ciudadano merece. El real progreso sólo se puede ver a largo plazo, conservando y protegiendo nuestro medio ambiente y nuestra rica flora y fauna nativa, especialmente a aquella que forma parte de nuestras familias y que con cariño llamamos "mascotas". Los progresistas vemos nuestro pasado de forma constructiva, aprendiendo de los errores y no enrostrándolos para generar polémica con fines electorales. Un Partido Progresista es aquel que se rige por estas normas en Pro de una sociedad que exige a gritos un verdadero y fructífero cambio.


La herida que tiene el país no está cerrada, muy al contrario, algún día no aguantará la presión y reventará grotescamente, pero estaremos preparados para suturarla a base de ideas concretas y no superficiales, con toda la fuerza y la energía de una juventud que tiene la garra y el coraje para lograr grandes cosas. El Partido Progresista recién se está formando, y todos podemos ayudar a que crezca recto, sano, puro y firme. Es el comienzo de una nueva revolución, impulsada por un eco que se ha hecho sentir en toda América Latina. Yo, una vez más, Marco por el PRO.

sábado, 22 de mayo de 2010

Cuenteo Público 2010


Sólo Sebastián Piñera puede vender la pomada tan bien como lo hizo ayer. Ya dije antes que era poco prudente evaluar su Gobierno a apenas dos meses y medio de haber asumido, pero tras escuchar su discurso tendré que pecar de imprudencia, al igual que él. Vamos allá.


Partió con las típicas palabras ‘reconciliadoras’ de las que pavonea cuando le ponen un micrófono en frente, llamando a la unidad nacional y mencionando a Dios cada vez que necesitaba terminar una frase. Dio las gracias a Bachelet, Lagos, Frei, Alwyn, O’Higgins, Carrera, Rodríguez y cuanto weón se le pasó por la cabeza, antes de ir por fin al grano. Leyó un resumen escolar de lo que pasó el 27 de febrero y de cómo todos ayudamos a paliar la emergencia, como si no fuéramos chilenos y no lo supiéramos. Hizo un minuto de silencio por las víctimas, pero no entregó detalles de las conclusiones que hasta ahora ha sacado la comisión que investiga la descoordinación durante el terremoto, cuestión que interesa a todos los familiares de los difuntos. Pero éste no sería el único tema del que se mantendría al margen.


Tras menospreciar una y otra vez a la Concertación por legados como EFE, Transantiago y Chiledeportes, se vanaglorió de haber mandado más proyectos al Congreso que todos sus predecesores a la fecha, entre los que cuentan el aumento transitorio del royalty minero y el impuesto al tabaco, argumentando que este último es dañino para la salud, más no tomó en cuenta que el alcohol es mucho más dañino ya que no sólo mata a quien conduce ebrio, si no también a quienes manejan responsablemente (eso sin contar la delincuencia y la ruina a la que conlleva su abuso). Pero como las grandes corporaciones mandan, pasada la emergencia, los que ganan más volverán a pagar menos, y el alcohol no se tocará, ya que molestaría a nuestras empresas importadoras.


Después vino un sin fin de promesas de campaña carentes de bases financieras y administrativas, como la disminución gradual del 7% de salud que se le descuenta a los pensionados, la trillada formación de 1 millón de empleos para el 2014, terminar con las listas de espera en el AUGE, reformar la Justicia Civil, dar un bono por bodas de oro, y crear nuevos Ministerios. ¿Cómo y cuánto costarán estos proyectos? No se pierdan la próxima cuenta pública para saberlo...


En educación, prometió que ningún joven con ganas de estudiar no podría hacerlo por falta de dinero, pero no informó sobre un proyecto al respecto. Así mismo, planteó alargar las jornadas de clases en los barrios conflictivos, como si eso fuese a disminuir el narcotráfico o la delincuencia. ¿Qué dirán los injuriados y agredidos profesores al respecto? Además, añadirá al Simce pruebas de Inglés (bien por eso), Tecnología (mal por los que no tienen acceso), y Educación Física (pésimo para todos los holgazanes :P).


Lo que sí queda claro, es que al que le falta estudiar más es al mismo Piñera, pues a parte de insistir en su peculiar hablamiento y referirse al ‘cáncer de mamos’, dijo que pretendía que nuestra economía creciera como hoy lo hace la extinta Checoslovaquia y la casi en bancarrota Portugal (¡qué miedo!).


En fin, todos quedaron contentos con tanto chamulleo, menos los defensores de temas que fueron olvidados durante esa hora y cincuenta minutos de autoalabanza, como es el caso de los animales, el medioambiente, la cultura, el deporte, el conflicto indígena y las minorías sexuales, materias que sacan ronchas a la conservadora y neoliberal Alianza por Chile y a su adorada Iglesia Católica.


¿Mi conclusión final? Piñera sigue pensando que es candidato en lugar de Presidente, por lo que aún necesita un empujón a la realidad y quitarse el disfraz del terremoto tras el cual oculta su inexperiencia en el ámbito social. Un país se levanta con trabajo y oportunidades, no con palabrería y buenos deseos. Así cualquiera.