sábado, 24 de julio de 2010

Derechos y Libertades


Hoy, mientras en la comarca de Chile el ostentoso Rey analiza en la comodidad de su castillo la propuesta del clero para liberar asesinos y violadores, como acto de misericordia hacia la plebe, en el reino vecino se avanza con fuerza en el siglo XXI. Y si bien aún falta mucho para que termine la corrupción en Argentina, los derechos y las libertades están a la orden del día.

Primero fue la marihuana, cuyo consumo y autocultivo ya no está penalizado por la ley trasandina. ¿Qué beneficios podría traer esto? Lo hemos repetido hasta el cansancio, pero nuestros legisladores son tan cabezas duras que hay que decírselos otra vez. De partida, el tráfico de cannabis desaparecería y con él, todos los adhesivos tóxicos que usan para aumentarle el volumen. También disminuiría el narcotráfico y el uso de drogas fuertes, ya que se tendría una más suave, barata y legal a la mano.

Y cuando digo barata no es sólo porque pueda cultivarse en casa, si no también porque podría iniciarse una industrialización de la hierba, que generaría puestos de trabajo en el cultivo, el procesado y el comercio, con su correspondiente paga de impuestos para el Estado. Las únicas restricciones que debieran ponerse son las mismas del alcohol y el tabaco, vale decir, que se prohíba su venta a menores de edad y se sancione su consumo en la vía pública y la conducción en estado alucinógeno. Recién ahí, la educación vendría a ser una herramienta fundamental.

Y segundo, esta semana en Argentina, se ganó una batalla que marca un precedente para toda Latinoamérica: la aprobación del matrimonio civil entre personas del mismo sexo. La ley, que entrará en vigencia el 31 de julio, fue condenada por la Iglesia Católica y por cavernícolas locales como Carlos Larraín, que no son capaces de entender que una familia no la hace “un hombre, una mujer y sus hijos”, si no que el amor.

¿Qué pasa con aquel matrimonio que no puede engendrar hijos? O más aún, ¿qué pasa con aquella madre soltera, que ha debido aperrar sola con sus hijos? ¿Dejan de ser familia acaso? ¿Dejan de tener derecho a previsión de salud y a heredar bienes? Debe entenderse de una buena vez que es el amor el que une a las personas, y no lo que pueda o no decir una regla moral o constitucional.

Una pareja mixta que ha compartido toda una vida juntos, amándose y respetándose, pero que no ha contraído nupcias, está imposibilitada de decidir qué hacer cuando el otro sufre un accidente, sólo por no haber querido o tenido tiempo de poner una firma en un papel. Pero para la ley, es más familia aquella en la que hay maltrato verbal y físico, que una de convivientes donde reina el amor. Y eso es en el ámbito heterosexual, ya que sobre parejas homosexuales ni hablar; ni siquiera derecho a inseminación artificial tienen, puesto que es “inmoral” que críen hijos.

¿Pero sería acaso inmoral que un niño desde pequeño aprendiera a respetar a las personas como son, sin distinguir su género, color de piel o procedencia étnica? Lo único que conseguimos con estas restricciones es incentivar aún más a la discriminación, una verdadera plaga social que veta a la diversidad y nos hunde cada día más en la clandestinidad y el odio.

Ahora, cuando quedan dos meses para el Bicentenario, que no es otra cosa que el festejo de los 200 años de nuestra libertad, es ella precisamente la que se ha perdido en un mar de prejuicios éticos y burocracia maldita. No hay libertad para amar ni derecho para fumarte lo que se te dé en gana, sólo hay reglas que te impiden ser tú mismo y disfrutar tu vida, sin hacerle daño a nadie. Lo que hoy deberían estar haciendo los bufones de la Corte del Rey es debatir sobre cómo no seguir estancados en la Inquisición y no quedarnos detrás de Argentina, en vez de estar perdiendo el tiempo en decidir si le pasan o no por encima a la escasa Justicia que se da en el país.

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