viernes, 26 de marzo de 2010

Tusunami con Olor a Marepoto


Ya pasadas 3 semanas desde el Cambio de Mando y 4 desde el Acabo de Mundo - que a fin de cuentas es lo mismo -, me preguntaron por qué aún no había analizado la gestión del nuevo Gerente Gral. de Chile y su tropa de Ejecutivos de Yale y Harvard, cosa que debería haber hecho el pasado 11 de marzo como era de esperarse, y la verdad es que tengo mis razones para seguir postergándolo.

En primer lugar, hay que reconocer que Frei tuvo razón: la tierra sí se abrió tras resultar Piñera electo. No sé si el ñato será adivino o brujo, pero ya parte de su profecía se cumplió, y tengo las murallas medianeras para la embarrada. Ahora sólo queda esperar la segunda parte de la predicción, en la que se acaba la protección social y se cae la Luna. ¡Que miedo!

Poniéndonos serios, más allá de las teorías conspirativas que atribuyen este terremoto a una maquinación siniestra de Piñera para poder generar el millón de empleos y tener una excusa para sacar a los milicos a la calle, lo cierto es que el piso se nos movió a todos, incluyéndolo a él, cuyo programa de Gobierno se desplomó cual edificio Alto Río.

Es normal por tanto, que el señor Presidente ande nervioso y acelerado, pronunciando mal las palabras como si fuera el niño Zafrada en plena tarallinata. Pero como el chileno siempre se ríe de la desgracia ajena, este tipo de anécdotas nos mantienen drogados y pegados a Twitter, mientras en las afueras seguimos reparando lo que la furia de la Naturaleza o del HAARP nos botó. Por este motivo, tenemos la cabeza en otro lado y no nos interesa saber lo que hacen los hombrecillos de arriba con el país. Bueno, hay excepciones.

El diputado Gabriel Ascencio pidió a la Contraloría investigar un supuesto conflicto de intereses de Sebastián Piñera y del Subsecretario de Deportes, Gabriel Ruiz-Tagle, debido a las acciones que mantienen en Blanco y Negro, además de algunas irregularidades con Chiledeportes. El periodista de Canal 13, Daniel Matamala, fue más punzante todavía y denunció en su programa Chile Debate la violación a la Ley de Probidad que estarían cometiendo varias nuevas autoridades, desde gobernadores hasta ministros, al estar vinculados con empresas a las que deben fiscalizar. Y además, el presidente del PS, Fulvio Rossi, delató la evasión tributaria que habría cometido Piñera en la venta de sus acciones de LAN al grupo Bethia. Verdaderas barbaridades que no se comparan al sufrimiento de la gente afectada por el tsunami, ¿no es así?

En este punto concuerdo con MEO en una entrevistada dada a Las Últimas Noticias: “Parece como que algunos se durmieron en noviembre y despertaron en marzo. No se han dado cuenta de que hubo un terremoto y de otras cosas, como que después de 52 años ganó la Derecha y con eso algo les quiso decir la gente en las elecciones”. Pues Ascencio, Matamala y Rossi son algunos de ellos, que lejos de ir a ayudar a quienes lo perdieron todo, siguen insistiendo en la mala onda y en buscarle la quinta pata al burro (cuidado, que la pueden encontrar). Es verdad que estos hechos deben ser investigados y reprochados, pero hay tiempo y tiempo para cada cosa.

Hoy nos debemos preocupar de poner en pie a nuestro país, y no andar dificultando este proceso poniéndole trabas al nuevo Gobierno. No soy partidario de Piñera, y eso lo saben bien quienes han leído mis notas anteriores, pero sí soy partidario del Pueblo Chileno, mi gente, mis hermanos, que necesitan de toda la atención de los medios y de las autoridades. Si quieren meterse en líos judiciales, mejor busquen a los responsables de la NO alerta de maremoto, que terminó con la vida de cientos de personas. Sea Carmen Fernández, Mariano Rojas o Michelle Bachelet, alguien debe ser condenado por el delito de homicidio aquí cometido, un Parricidio Nacional que sólo puede ser revertido con la colaboración de cada uno de nosotros, para que los damnificados puedan respirar tranquilos y retomar la vida que llevaban antes del sismo. Hasta que eso no pase, dejaré al Gobierno tranquilo. Pero si Piñera lo hace mal, pronto lo tendré en el banquillo de los acusados, ubicado en lo más oscuro de mi blog.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Como un Fénix


En los días post terremoto, recuerdo como indignados reclamábamos en mi ciudad la falta de agua y de energía eléctrica. Las pilas escaseaban, así que las noches se iluminaban a la luz de improvisadas fogatas callejeras. No habían supermercados abiertos, y sólo podíamos comer pequeñas rodajas de pan amasado. Andábamos hediondos sin poder bañarnos, y la batería de los colapsados celulares se estaba agotando. Fueron 3 días sin agua y 4 sin luz, para ser exacto, y 5 días sin conexión a Internet. Inaceptable para un país que se hace llamar desarrollado, pensábamos, pero ahora, arrepentidos y avergonzados, bajamos la cabeza ante la realidad vivida por miles de compatriotas, que hasta el día de hoy siguen sin poseer los servicios básicos.


Es por esta razón, y cobijados en la calidez de nuestras sacudidas pero erguidas casas, que nos entra el bichito solidario que tanto creemos nos caracteriza, y metemos nuestras manos en los bolsillos para dar hasta que duela. Siempre y cuando, Don Francisco nos lo pida.


Esa es nuestra precaria realidad, la que nos hace gritar con orgullo que somos los campeones mundiales de la solidaridad, mientras gerentes de megaempresas suben al escenario a hacer algo de marketing disfrazado de compasión. Pero la consigna resulta, y conmovidos vemos a dos mandatarios de ideologías distintas abrazarse por haber superado la meta y haberse así ahorrado 30 mil palos del presupuesto fiscal. Todo un hito, y felices se lo refregamos en la cara a los países que no nos quisieron ayudar. Pero ojo, tampoco somos soberbios: esto lo hacemos sólo una vez al año.


Ese es el Chile actual, ese que cree que basta con mandar un saco de arroz y unas pilchas para que una familia viva por siempre abrigada y satisfecha; que cree que una mediagua puede reemplazar la dignidad de una vivienda construida con años de esfuerzo; ese que cree que el dolor de una pérdida, se supera con algo de lástima y misericordia.


No basta, compañeros, con enviar ayuda cuando alguien frente a una cámara de televisión nos instiga. No basta con proporcionar un plato de comida, cuando quien lo recibe debe alimentarse toda una vida, y no tiene una fuente laboral para hacerlo. No basta con levantar cuatro paredes de madera reciclada, cuando hacen falta muebles y electrodomésticos con qué llenarlas.


Tenemos compatriotas sufriendo lo indecible, sin baños y sin un techo donde dormir, atormentados por un planeta que no deja de remecerse y enrostrarles sin descanso el drama vivido hace poco. Niños que creen jugar al campamento, ignorando su condena a vivir dentro de una carpa por quien sabe cuantos meses más. Gente que lo perdió todo, y que ante la frustración y la catástrofe actuaron si pensar, y en respuesta les mandamos soldados con metralletas a apaciguar.


Debemos ser consecuentes con nosotros mismos, y fuera de agradecer que tenemos aún lo que otros perdieron, dejar de reclamar por vanalidades e ir a ayudar sin esperar que otro lo haga primero. Porque este país es fuerte, porque hemos renacido una y otra vez de nuestras cenizas, y nadie nunca nos ha visto flaquear. Porque la única consigna que debiera seguir latente es esa que se propagara durante la Guerra del Pacífico, esa que con verdadero orgullo nos recuerda que un chileno nunca se rinde, y que lejos de ser solidarios, somos hermanos nacidos de la misma Patria, y que debemos olvidar nuestras diferencias para apoyarnos cuando hace falta. El dolor de nuestro pueblo no termina cuando termina la Teletón; la reconstrucción de Chile recién comienza.

domingo, 7 de marzo de 2010

Ese Mar que Furioso te Baña


El sábado 27 de febrero a las 03:34 de la madrugada fuimos azotados por el peor terremoto en 50 años en el país. La gente huyó despavorida a los cerros, esperando lo peor, sin embargo, las autoridades desmintieron de inmediato la posibilidad de un tsunami y llamaron a la calma, haciendo que la población regresara a sus casas. Media hora después, una seguidilla de olas arrasó con las costas del centro-sur de Chile. Las consecuencias fueron centenares de muertos y miles de desaparecidos. ¿Y el Gobierno? Bien, gracias.

Es cierto que nadie puede predecir un terremoto, pero en un país sísmico todos sabemos como afrontar uno. Desde el ’85, decenas de simulacros nos prepararon para huir a zonas seguras en caso de maremoto, pero de nada sirvieron cuando nos afectó uno real, ya que la Onemi, las Fuerzas Armadas y la Presidenta confabularon para que muriéramos todos ahogados. Puede que suene exagerado, pero seamos sensatos, así ocurrió.

Diez minutos ocurrido el movimiento telúrico, el Centro de Advertencia de Tsunamis de Estados Unidos alertó al SHOA (Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile) la posibilidad de que ocurriera un maremoto, pero la entidad chilena no fue capaz de confirmarlo a la Onemi (Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior), ni ésta a la Presidenta Bachelet, quien finalmente nos mandó a todos a la cama como si nada. Más que buscar a la entidad responsable de esta desinformación, debemos condenar la falta de precaución por parte del Gobierno, al no preveer la falla en las comunicaciones que suele ocurrir ante catástrofes de este tipo, y no contar con la telefonía satelital que nos hubiera sacado de apuros.

Hoy, todos se tiran la pelota sin querer asumir la culpa, y prefieren hacerse los lesos diciendo que ya habrá tiempo para análisis, cuando bien sabemos que en menos de una semana el Gobierno actual dejará la administración del país en las manos de Piñera, huyendo de la mala gestión que hicieron. Estos cobardes, porque no hay otro nombre para ellos, deben ser juzgados por las muertes de las que son culpables, al igual que deben ser procesadas todas aquellas Constructoras que hicieron edificios nuevos, y se cayeron al más mínimo remezón.

Respecto de lo último, cabe destacar que desde el terremoto de 1985 la norma que rige las construcciones obliga a las empresas a hacer inmuebles antitelúricos que sean capaces de aguantar un terremoto de 8º Richter sin problemas, y sismos superiores con daños superficiales y no estructurales. Por tanto, ningún edificio con menos de 25 años debería haber colapsado como ocurrió la semana pasada. A esto, se suma la indebida autorización que algunos Municipios hicieron a Constructoras para edificar en zonas de riesgo, todo a cambio de un jugoso botín de impuestos.

Chile está preparado para terremotos de este tipo, y por esta razón no hubieron tantas víctimas como en los terremotos de Haití o Indonesia, aunque por culpa de unos pocos, pudieron haber sido muchas menos. Estábamos confiados en que no volveríamos a tener un tsunami como el de 1960 en Valdivia, y hasta nos reíamos de la idea de que ocurriera uno. Hoy lloramos nuestro error, y poco a poco intentamos ponernos de pie, entre un mar de barro y escombros, que fueran producto de un nuevo ataque de nuestra eterna enemiga, que no es la Naturaleza, si no nuestra Inoperancia Gubernamental.