lunes, 8 de julio de 2013

Bachelet, ¿para qué quieres una nueva Constitución?


La discusión desde que la candidata presidencial de la Nueva Mayoría anunciara su intención de cambiar la actual Constitución, se ha centrado en los métodos que utilizaría para llevar a cabo tal objetivo. Los radicales y comunistas, haciendo eco del clamor popular (independiente si lo hacen por márketing o convicción), han postulado como camino la Asamblea Constituyente. El resto de la Concertación en cambio, al igual que la ex mandataria, prefieren anteponer la vía institucional, a través del parlamento y el quórum binominal, antes que buscar métodos alternativos, como lo señala el mismo Atria.

No obstante, han obviado algo fundamental en el desarrollo de la nueva carta magna, y es precisamente el qué tendrá de nueva. El año 2005, el entonces presidente Ricardo Lagos, firmó la Constitución de Pinochet asegurando que "ya no nos divide como país", eso luego de haberle hecho algunos cambios netamente administrativos, en cuanto a la duración del cargo de Presidente y algunas facultades del Congreso. Hoy en día, Bachelet sólo ha señalado la necesidad de una nueva Constitución, en la que el Estado sea garante de los derechos ciudadanos y de lo público, pero no ha señalado cuáles son esos derechos, y qué es lo público que debe garantizar.

El 7 de junio, la presidenciable dio a conocer su proyecto para la reforma educacional, sustentado en una reforma tributaria, que apunte a la gratuidad universal en un plazo de 6 años. A parte de que su eventual gobierno sólo durará 4 años, por lo que es fraudulento hablar más allá, está afirmando de manera tácita, que su nueva Constitución no estará lista en su período, o bien, que no será capaz de garantizar el derecho universal a la educación una vez redactada. De esta contradicción se puede deducir que Bachelet está trabajando en la reforma educacional, basándose en el actual modelo político, y conforme a las disposiciones legales que establece la actual carta magna y el código civil, dado que teme no conseguir el quórum para validar una nueva Constitución que garantice este derecho. Pero, ¿realmente quiere hacer los cambios que tanto anuncia?

El paso de Bachelet por la Moneda dejó altos y bajos, caracterizándose por ser un gobierno asistencialista, que creó la ilusión de una "cercanía con la gente", valiéndole una salida con un histórico 80% de aprobación. Sin embargo, con el paso del tiempo y el boom de las redes sociales, han ido saliendo a la luz decisiones tomadas por la ex mandataria, que hoy han reducido casi a la mitad su popularidad, incluyéndose la aprobación de 42 centrales termoeléctricas y 47 hidroeléctricas; el cambio ilegal del uso de suelo en un área verde de Campiche; la militarización de la Araucanía y la aplicación de la ley antiterrotista, que provocó el asesinato de 7 comuneros mapuche a manos de Carabineros; la privatización del Mar Austral en su último día de gobierno; la aprobación del megaproyecto minero Pascua Lama; su apoyo a HidroAysén; la instalación de la planta de cerdos en Freirina y el vinculo de su hijo con Agrosuper; la inclusión de la marihuana como droga dura, penalizando su autocultivo en la ley 20.000; la introducción del Convenio UPOV 91, que privatiza la semilla agrícola, permitiéndole a Monsanto ingresar y manipular transgénicos sin rotulado; y la inolvidable traición a los pingüinos el 2006, tras la firma de la LGE y la represión del 2008, cuando los estudiantes salieron a manifestar su rechazo a la ley. El tema del terremoto ya está muy trillado por la derecha golpista, así que no lo usaré como recurso, porque Piñera en su lugar, hubiese actuado peor que con la reconstrucción.

En fin, el prontuario de Bachelet es extenso, y podría seguir en aumento. Entonces, cabe preguntarse, si hace 4 años no fue capaz de instaurar los cambios que hoy pregona, actuando de hecho de la forma contraria, reprimiendo a los estudiantes y validando el sistema impuesto en dictadura, ¿por qué hoy sí lo haría? Podríamos creer que la baja aprobación que hoy tiene la Concertación, sumado al desesperado intento por recuperar el poder, podría llevarlos a concretar más de una promesa de la actual campaña, pero sin duda que pecaríamos de ingenuos. Y basta con ver el quite que le están haciendo a la Asamblea Constituyente, intentando llevar la modificación de la Constitución al Congreso, lugar en el que saben que quedará estancada por los votos de la derecha y uno que otro traidor de la DC. Por supuesto, cuando ésto suceda, se lavarán las manos diciendo que hicieron lo que pudieron, y la gran promesa habrá quedado en nada. Esto lo tienen claro, es por eso que siguen trabajando en propuestas apegadas al actual sistema, para ganar tiempo e impedir el enfado generalizado de la ciudadanía.

Si embargo, es evidente que ante tal fracaso constitucionalista, las masas saldrán a la calle exigiendo la vía de Atria del plebiscito, y no tendrán otra opción que acatarla. Es entonces dónde el título de esta nota recobra sentido; si Bachelet no plantea grandes reformas, ¿para qué quiere una nueva Constitución?

Hasta la fecha, la ex mandataria ha omitido tener en su programa la renacionalización de los recursos naturales, tema que no debiese ser nuevo para ella, además de carecer de una propuesta en salud, y una solución concreta al sistema previsional, ya que su propuesta de una AFP estatal mantiene el lucro en las privadas. Si ya vimos su inconsecuencia en materia educacional, la ausencia de temas clave en materia de derechos y bienes públicos, nos devuelve a lo planteado en el segundo párrafo. De nada nos sirve una nueva Constitución que no garantice el acceso universal a educación y salud públicas, ni menos que no recupere el agua, el cobre y el litio para los chilenos, ni reconozca al Pueblo Mapuche y el derecho ancestral sobre sus tierras. No considerar estos aspectos, es no realizar ninguno de los cambios que impulsan a la gente a marcar "AC" en los votos, y sería tener una carta magna igual a la anterior, sólo que con la firma de Bachelet, en vez de la del dictador. Estaríamos entonces, ante la presencia de un Ricardo Lagos 2.0.

Y poniéndome sensacionalista y suspicaz, alguien que defendió la inversión extranjera y promovió la privatización, a través del lobby con grandes transnacionales, las cuales le devolvieron la mano poniendo su nombre en la dirección de una alta organización internacional como ONU Mujeres, provoca demasiada desconfianza con su real objetivo de volver al país y candidatearse a la Presidencia. ¿Será que realmente pretende evitar a toda costa la inclusión de materias estatizadoras en la Constitución, para no perjudicar al empresariado yankee ni los negocios de Pérez Yoma y cía. lmtda., llámese Concertación? ¿Realmente habrá venido a poner paños fríos al movimiento social, tipo Parisi -invento de la derecha, del cual ya me referiré en otra nota-, para que no sean otros candidatos los que sí realicen los grandes cambios que el país pide y merece? La dejo en el aire, a ver si alguien hace eco y se anima a buscar debajo del agua. De momento, a exigir que estos temas se incluyan en la nueva Constitución y el programa de los presidenciables, ya que no basta con matrimonio igualitario y aborto teraupético, para generar equidad de derechos y justicia social. El tiempo de Chile llegó.

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