jueves, 28 de abril de 2011

Relatos más, relatos menos


Mientras en la Alameda marchaban miles de estudiantes exigiendo reformas sociales de educación, yo me encontraba con mi notebook sobre las piernas, sentado en medio de la sala de espera de la oficina de Crédito Universitario de la Usach, esperando mi turno para que un funcionario con cara de apestado me informara el monto a que ascendía mi siempre ascendente deuda con la institución académica pseudoestatal.

Revisando mi mail, vi que tenía un nuevo follower en un blog llamado Parricidio Nacional -momento, ¡mi blog!-. No había vuelto a escribir en él desde el incendio en la cárcel de San Miguel, pero por lo visto seguía conteniendo información -conspirativa y consensual- que era valiosa para alguien que no fuera yo. Por esa razón, decidí ponerme la pilas y empezar a redactar una nota, que sólo pude terminar una vez de vuelta en mi desolada e indolente ciudad.

¿Qué podría escribir después de 4 meses de inactividad bloguística? Tantas cosas han pasado en Chile y ese mundo tras la Cordillera y el Océano Pacífico, que tomar esa decisión merecía un largo tiempo de introspección. Pero como soy algo impulsivo e impaciente, solté lo que tenía más punzante en mi cabeza desde algunas semanas: el relato. ¿Cual relato? El de Rafael Garay borracho en el matutino de TVN, claro que no. El relato al que me refiero es el de esos personajes flaites, de terno y corbata, que de vez en cuando aparecen en televisión intentando engrupirse a medio mundo con que la alegría ya viene, y que tendremos una nueva forma de gobernar. Para ser más directo, me centraré en este último tipo.

El Senador Pablo Longueira (UDI) puso el tema en el tapete, criticando la falta de relato político del Presidente Piñera, lo cual dificultaría una posible continuidad de la derecha en el poder, en las elecciones venideras. Como ejemplo puso los slogans de la Concertación con los que según él "la ciudadanía se identificó" (Gana la gente, Crecimiento con equidad, etc), y de los cuales carece el actual Gobierno. Por supuesto, muy consciente de que es la gente la que se crea una percepción del relato, no se arrugó en intentar imponer su propia visión señalando los logros alcanzados, como los 200 mil empleos y como no, los 33 mineros.

Ahora bien, si el Senador espera que sean recordados por eso, no sé de que se queja, ya que Piñera está pasando a la historia como el Presidente de la reconstrucción, los mineros y las contrataciones temporales -precedidas de despidos masivos, claro-. Lo que realmente le preocupa son las cosas negativas, que hoy son incontablemente superiores a las victorias político-económicas que han conseguido. ¿A la gente realmente le importa que Chile haya crecido un 5,2% el año pasado? ¿En qué se reflejó? Sus logros parecen inverosímiles cuando recordamos la llamadas "piñericosas", con helicópteros en pana, frases hitlerianas, marepotos y tusunamis que sólo causan carcajadas y bochorno para el chileno común.

La mala imagen, o en sus palabras, el mal relato que se está formando la administración Piñera, es para Longueira lo que puede costarles el poder en dos años más. Pero eso radica más allá del morbo de los disparates presidenciales, pasa principalmente por las decisiones que han hecho a medio Chile salir a las calles en ya varias ocasiones. Los mapuche, las termoeléctricas, la privatización de la educación y la salud pública, el alza del gas en Magallanes -imposible olvidarlo-, y la cantidad de errores administrativos que le han costado el cargo a intendentes, seremis y ministros al por mayor. El llamado de atención de Longueira no es por la falta de relato, sino por la contradicción del mismo acorde lo prometido en campaña. ¿Qué pasó con el Cambio?

Sin embargo, no quiero quedarme con un análisis tan banal del Gobierno, que cualquiera de ustedes podría hacer mejor que yo, así que voy a enfocarme en un plano más personal, al hueso mismo de mi espina dorsal. Como sabrán, a principios de año tuve un encontrón con la directiva nacional de mi entonces partido, el PRO. Lo que me llevó a disparar tweets en contra, fue precisamente la contradicción del relato con los hechos. Era evidente que un mando medio sería pisoteado por el superior, pero parece que les dolió en serio, de lo contrario no se entendería que quienes se hacen llamar tolerantes, pluralistas e incluyentes, no sólo me tildaran de díscolo, sino también vetaran mi participación en la esfera programática provincial.

¿Pero qué ha cambiado en el PRO desde mi renuncia? El relato sigue siendo el mismo, proponen una "nueva alternativa", mientras dialogan pactos con la Concertación para las Municipales; dicen que harán primarias para cada cargo público, pero los candidatos a alcalde ya fueron designados a dedo en la mayoría de las comunas; proponen una agenda activa, pero siguen sentados, dialogando entre las cuatro paredes del think tank, mientras Marco sonríe a la prensa. ¿Lo nuevo, lo diferente?

Intentar cambiar la política no es algo que funcione de la noche a la mañana, así como tampoco puedes presentar un relato y cambiarlo al día siguiente. La gente, el votante potencial para los políticos, compra el relato que tú le vendes, tenga éste o no validez a la hora de aplicarlo. Si suena bonito, prometedor y hasta utópico, puede que obtengas una amplia mayoría sobre tu adversario más cercano. No obstante, si finalmente tu actuar no concuerda con el relato, el costo político se verá reflejado en la siguiente elección, a menos que tengas suficiente dinero para regalar canastas familiares por montón...

Ciertamente el relato del PRO vende, y vende harto, sobretodo en los jóvenes inexpertos en política -como yo-. Hace unos meses, leí un texto que hablaba de como funcionaba el acto de doblepensar en la política tradicional. Entiéndase, de manera simple, el doblepensar como el trasfondo tras el relato que ofrece un político. A modo de ejemplo, Evelin Matthei llega a San Antonio a ofrecer mil puestos de empleo, copando las portadas de diarios y los programas de televisión local. La gente, entusiasmada, va a dejar su currículum. Tiempo después, siguen todos cesantes y se decepcionan de la ministra, pero nadie se entera de que mientras la atención estaba enfocada en la feria laboral, el Presidente firmaba el Decreto Supremo Nº130, que entrega la concesión de todo el borde costero de San Antonio a la Empresa Portuaria, privatizando de paso la playa de Llolleo.

Doblepensar es, engañarse a si mismo y a los demás con una "mentira piadosa", en beneficio de un objetivo mayor. Para nadie es raro que la derecha vote a favor de proyectos contaminantes, para recibir beneficios extraoficiales de índole económica. Lo que pocos perciben o bien, no le toman el peso, es al como fueron engañados con el relato de campaña de "promover las energías limpias y renovables". Doblepensar en su más pura expresión, pero aún así hay muchos que prefieren hacer oídos sordos, con la esperanza de que en algún momento cumplan con lo prometido. Lo mismo pasa en el PRO, conozco a muchos militantes activos que no hacen más que quejarse de cómo se están haciendo las cosas, pero no se atreven a hablar ni a hacer una férrea oposición a esas irregularidades, por miedo a quedar sin un espacio político o más aún, sin un pituto para acceder a un cargo público.

El relato está y siempre estará sujeto al acto de doblepensar, por lo que empuja a desconfiar cuando viene de alguien ligado a la política en general. ¿Cómo podemos entonces hacer que la gente confíe en nosotros?, se preguntará el progresista o político 2.0 en formación. Esa respuesta deberían estar buscando en sus reuniones y asambleas, más que enfocarse en quien ocupa este y tal cargo. Pero como soy un niño bueno y en estos últimos meses no sólo me he dedicado a hibernar, les daré un empujoncito para ver si crece la bola de nieve y agarra fuerza.

Cuando nos proponemos cambiar la política, estamos hablando de hacer lo opuesto a lo actual, pero en un buen sentido, claro está. Es un llamado a ser en lo posible, lo más políticamente incorrectos que el sistema nos permita, ajustándonos al ideal colectivo que nos une como entidad jurídica -en el caso de un partido-. Se me ocurre, por tanto, dejar de lado los tecnicismos y mandar el relato a la cresta, donde nadie lo pueda encontrar, y en vez de usarlo como plataforma hacia la acción, actuar primero y dejar que sea la gente, el ciudadano común, quien arme el relato por nosotros según lo que esté viendo, de manera tal que debamos actuar a conciencia, sin doblepensar, para generar la imagen que queremos proyectar. No olvidemos que la identidad no la creamos nosotros, sino quienes nos rodean, y si queremos cambiarle el switch a este mundo, debemos cambiarlo primero nosotros, y estar dispuestos a sacrificar el poder en pos de nuestros ideales.

¿Quieres una comuna mejor? No esperes a obtener los votos para hacerlo, empodera a quienes te rodean y todos juntos encárguense de arreglarla. No eres imprescindible, no lo olvides, a menos que te sientas un político más del montón. Por supuesto, somos libres de tener nuestros propios puntos de vista al respecto.

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