domingo, 9 de agosto de 2009

Ojo por Ojo


Un sujeto secuestra, viola y mata a una niñita de 5 años. La policía lo detiene y la gente, iracunda, exige la pena capital. No obstante, la ‘Justicia’ sólo lo condena a cadena ‘perpetua’ de 40 años -¿¿??-. Diputados de derecha, a pocos meses de haber elecciones, presentan un proyecto que restituiría la pena de muerte. Diputados de izquierda, les recuerdan que en el 2001 Ricardo Lagos firmó el Tratado de San José que impide reintegrar esa condena. Caso cerrado. Meses después, la misma gente que exigía justicia se olvida del caso, eso hasta que aparece en las noticias un intento fallido de suicidio de este sujeto. Esto causa la ira de los familiares de la niña, que exigen mayor vigilancia en la cárcel para que el asesino cumpla a cabalidad su castigo, sin tomar la salida fácil. Plop.

De acuerdo, el caso recién se está estudiando y la parte del suicidio todavía no ha sucedido, pero es de esperarse que tarde o temprano ocurra. ¿Por qué comento todo esto? Por la interesante reacción que tiene la gente al presenciar hechos como este. Una turba enfadada, proyectando la desgracia ajena en sus propios hijos, siempre exigirá que aquel repugnante y maldito criminal sea condenado a la máxima pena de los infiernos. Esto se llama ‘conciencia colectiva’. Esta conciencia busca la equidad en la que se inspiró la antiquísima ley del Talión, la única ley terrenal que parece correcta. Ojo por ojo, muerte por muerte. Toda la ‘racionalidad’ de la que presume el ser humano desaparece cuando su instinto animal aflora exigiendo venganza.

No obstante, matar a un asesino es actuar con la misma frialdad con la que él actuó. Quienes lo ejecuten, deberían por tanto pagar con la misma condena, pues la ley pareja no es dura. Este fue el motivo de la creación del Tratado de San José, que busca respetar los derechos humanos de todos por igual, fuesen o no asesinos.

Lamentablemente, la impotencia de ver que los Tribunales son tan blandos con los delincuentes, impulsa a los ciudadanos a adquirir esta conciencia colectiva que va en contra de toda esta parafernalia constitucional. Surgen entonces quienes intentan ganar el favor del pueblo, intentando representar su clamor de justicia. Sin embargo, como un acuerdo internacional no es tan sencillo de romper, la plebe se tranquiliza y permiten que se haga lo que dicta la jurisdicción.
Es ahí cuando aparece la más increíble reacción. El asesino, presionado por la angustia del encierro, el remordimiento y el abandono, busca terminar con su vida de tortura. La gente que asimiló el encarcelamiento como la solución, reprocha que aquel individuo que ellos querían matar, se suicide mezquinamente. ¿Por qué él puede quitarse la vida, y nosotros no a él? Se han de preguntar. Suena irónico, pero la brújula siempre termina apuntando a la misma dirección: la muerte. Sea por vejez, enfermedad, accidente o asesinato, el destino de toda la humanidad es el mismo. Pero cabe recalcar una importante diferencia: pedir Venganza no es lo mismo que pedir Justicia.

Es por esta razón, y para no romper con ningún tratado, que sugiero el ‘Suicidio Voluntario’, mucho más barato, limpio y sin cargos de conciencia para nadie. No les quiten a los delincuentes las armas ni las hebras de los zapatos, mejor entréguenles nuevas para que sean ellos mismos quienes escojan su destino. La justicia no es algo que está en manos de los humanos, aún nos falta muchísimo que aprender de nosotros mismos si queremos dejar de lado nuestra naturaleza animal. Seguimos siendo simios violentos e impulsivos, que cuando estamos en manada nos envalentamos y actuamos de la peor manera, rebajándonos a la altura de primates todavía peores, que más encima pretendemos sentenciar.

1 comentario: